¿Se acuerdan ustedes de los bichitos de luz o luciérnagas que abundaban en los jardines? Desde hace unos días me estoy acordando de ellos y no los veo más.
Cuando éramos chicos, todos, en la cuadra salíamos a buscarlos en el atardecer. Entonces, no había peligro y podíamos quedarnos afuera jugando en las veredas hasta la hora de la cena mientras nuestras madres, sentadas en el fresco, no nos perdían de vista.
Los hombres también salían a la vereda para conversar de la política o el fútbol. En el barrio parecíamos una gran familia.
Los bichitos de luz parecía que jugaban con nosotros a las escondidas entre los árboles y las flores y nosotros nos ensañábamos persiguiéndolos.
¡Pobrecitos! algunos los metían dentro de frascos de mermelada con tapa y nosotras nos armábamos anillos, brazaletes y toda clase de bijouterie con la parte encendida de esos indefensos animalitos. A mí me gustaba ponérmelos de diadema entre los cabellos lacios y más de una vez me iba a dormir con ellos latiendo al compás de mi sien.
Lo más extraordinario era que aun después de arrancarles ese pedazo luminoso seguía encendido durante horas.
Hoy recorrí el jardín de arriba a abajo, salí, a la calle, miré en las casas de los vecinos y no había ninguno. ¿Se habrán exterminado? ¿Dónde se llevaron su luz? seguro que lejos de nuestras manos ávidas y dañinas que sin querer con la inconsciencia propia de nuestra ignorancia los matábamos.
En nombre todos aquellos que sacrifiqué en mi infancia y los que se perdieron para siempre hoy les hago este homenaje.
Copyright ©2014 Nelida Liliana Vieyra
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