miércoles, 11 de noviembre de 2020

LOS VIAJES

 

Mis viajes comenzaron en la infancia con las vacaciones del colegio, en verano. Entonces la única alternativa era ir a la provincia de Corrientes a visitar a los parientes de mi mamá y ver en el camino a los parientes de parte de mi papá.
El calor hacía que la pesadez de la siesta me cerrase los ojos y pese a mi insistencia por permanecer despierta para hacer diabluras con mis primas y amigas terminaba durmiendo hasta la hora más fresca de la tardecita. Tomaba un rico chocolate frio con leche y galletitas y me bañaba y salía a pasear, a la plaza, a la casa de tíos y otros parientes que se desvanecen hoy en mi memoria.
Después cuando fui más grande iba a la provincia de Entre Ríos, a Concordia, a la casa de mi tía Adelaida, pero eran unos días nomás para alejarme de las preocupaciones de la ciudad. ¡Era una tierra llena de misterios e historias interesantes, había un castillo abandonado, las Ruinas de San Carlos, donde había caído con su aeronave Xavier de Saint Exupery, ¡el mismísimo autor del Principito! 
Había un convento con inquietantes leyendas que decían que los aborígenes invadieron el lugar y luego de violar a las religiosas las habían asesinado y que algunas veces se escuchaban allí ruidos y quejidos remanentes de esa tragedia. El día que conocí el lugar era una tarde lluviosa y lúgubre que hacía temer lo peor. Para llegar tuvimos que atravesar el vado de un rio, la humedad, la vegetación abundante, los animales refugiándose entre las ruinas hicieron que no termináramos la expedición por sentir como flotando en el aire una siniestra sombra de desazón y misterio. Huimos prácticamente y la lluvia comenzó a arreciar con todo, casi impidiéndonos regresar por el vado que estaba crecido. Nunca más volví a ese lugar. Quizás fue la imaginación o la fantasía, pero creo que había algo raro que me producía ese estremecimiento e intranquilidad de lo sobrenatural.
Mis colegas viajaban siempre a distintos lugares y me invitaban, pero yo siempre decía que no porque tenia a mis hijas chicas y no quería desaprovechar el tiempo de pasar con ellas las vacaciones, ya que siempre trabajé y era el único momento que tenía para que compartiéramos juntas. Mis primeras vacaciones con ellas fueron a Córdoba, ¡una provincia que tiene tanto encanto y lugares increíbles!
Luego nos fuimos independizando ellas y yo, creciendo y comencé recién hace unos pocos años atrás a viajar con mis amigas. Empecé a festejar mi cumpleaños en algún lugar distinto y ese era el regalo que me hacia a mí misma cada vez. El último viaje en familia con mis hijas fue en 2011 que hicimos un recorrido de varias provincias del Norte argentino, llegando hasta Jujuy, donde volví a ver después de muchísimos años a mi amiga de la infancia. Fue tanta la emoción que llorábamos ella y su mama y nos abrazábamos y nos mirábamos y volvíamos a llorar de emoción y alegría. Después volví varias veces más a Salta y Jujuy que son hermosas, y fui a quedarme con mi amiga, y hasta llegamos a pasar una fiesta de año nuevo juntas.
Ahora por la pandemia mundial no he podido realizar los proyectos que tenia para el 2020, se sumaron problemas de salud que tengo que resolver antes de continuar con esta pasión por conocer lugares, personas y admirar paisajes. ¡No veo las horas de armar mi valija y salir en busca de aventuras!
Copyright © 2020 Nélida Liliana Vieyra, All rights reserved

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