martes, 1 de septiembre de 2020

OTRO GRAN MILAGRO.


 Como contaba al principio mi vida es una larga cadena de milagros. Primero el que me salvara al nacer cuando los médicos ya me daban por muerta gracias a la intersección de la Virgen de Lourdes, y luego los sucesos que fueron aconteciendo hasta la fecha lo demuestran.

Si bien nací en una familia católica muy activa y participativa mi fe se fue agrandando con el paso del tiempo y sobre todo con este hecho que marcó como un antes y un después. A partir de esto creí para siempre en la bondad de nuestro creador.

Estando en casa de mi tía Rosalba, teniendo unos 4 o 5 años, una noche, escucho llantos y conversaciones en voz baja. 

Sabía que mi mamá estaba muy grave ya que mi tía me lo había dicho y me pidió que rezara por ella. 

Inmediatamente me sobresalté y me bajé de la cama para espiar que pasaba.  Abriendo un poquito la puerta con mucho sigilo comencé a escuchar: Mi papá estaba llorando y tenía un bolso con todas las cosas de mi mamá, se las habían devuelto en el hospital diciéndole que ella no pasaría de esa noche y que avise a los familiares para organizar su funeral. Mi tía lo consolaba y le decía que no había problemas que yo me quedaría con ella, que mejor era que la velen en una casa funeraria porque si lo hacían en mi casa yo siempre recordaría ese momento y sería traumático para mí. Ninguno se imaginaba que yo pudiera estar escuchando todo.

A mí se me desgarró el corazón, no podía imaginarme siquiera que mi madre pudiera morir.  Temblando me acosté de nuevo y esa noche no dormí rezando y pidiendo por su vida. Recuerdo que no rezaba una oración formal, le hablaba a Dios y trataba de convencerlo de la falta que me hacía mi madre y que no quería perderla. Enviaba a los ángeles para que la protejan y pedía sin cesar por su salud hasta que de cansancio quedé dormida.

En esa época no había teléfonos en todas las casas y mi tía le había dado a mi papá, unos días antes, el número de una casa vecina para que avise cualquier novedad respecto a mi mamá.

Al despertarme, sentí los ojos hinchados de tanto llorar y un gran dolor en el pecho.  Esperaba el momento que alguien me dijera que mi mamá había partido de este mundo. Pero por otro lado pensaba que quizás había sido escuchada y que Dios hubiera tenido compasión de mí.

Mi tía también estaba acongojada y llorosa y trataba de disimular lo que yo ya sabía. Sería el mediodía cuando vino una muchacha corriendo a buscar a mi tía porque tenía una llamada telefónica en su casa. Yo me ahogué en espanto pensando que la noticia fatal había llegado, mi tía voló hacia el teléfono. 

Miles de cosas pasaron por mi cabecita en esos momentos, quería recordar la cara de mi mamá y no podía, se me mezclaban las imágenes y no podía armarla más que en trozos de sonrisas, veía sus manos pequeñas y suavecitas.

Al rato volvió mi tía llorando y me abrazó fuerte, casi gritando me dijo: ¡¡¡tu mamá está bien!! ¡¡es un milagro!! salió del coma y ya conversa.

Yo también lloré en un estallido de júbilo y liberación, la angustia se escapaba y una gran paz me iba envolviendo el espíritu. Dios si, había escuchado mi pedido, mi mamá pronto estaría con nosotros otra vez.

Y así fue, la misericordia de Dios es infinita y me lo ha demostrado en muchas otras ocasiones que ya les contaré.

Copyright ©2020 Nelida Liliana Vieyra

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