Luego de varios meses en el hospital mi mamá regresó. Con mi tía Rosalba fuimos a buscarla hasta la ruta, ansiosas por verla llegar. Luego de varias operaciones y de haber estado al borde de la muerte, volvía a su casa, a su vida, a su familia.
Casi no la reconozco por lo delgada y demacrada que estaba, solo sus grandes ojos me daban la certeza que era ella. Soltándome de la mano de mi tía corrí a sus brazos y las dos lloramos. Ella me decía que estaba grandota, hermosa, y agradecía a mi tía sus cuidados para conmigo.
Su salud era frágil y debió volver al hospital varias veces más, en cada caso me quedaba con mi tía quien fue siempre para mi otra madre más por su cariño y su paciencia. Mamá sufrió otras operaciones y su vida siempre estuvo suspendida de un hilo, pero tenía una fortaleza espiritual admirable.
Ella se había recibido de Maestra Normal Nacional en la ciudad de Mercedes, Corrientes, en la escuela “Manuel Florencio Mansilla “y de joven enseñó en algún lugar de su provincia natal teniendo que dar clases bilingües (guaraní- español).
Ya en Buenos Aires instalados en nuestra nueva casa, mamá se dedicaba a enseñar a alumnos particulares, y en el barrio enseguida se hizo conocida y venían a casa casi todos los chicos en edad escolar.
A veces, cosía para afuera también, era muy habilidosa y se había hecho de una clientela de señoras gordas a quienes les hacía unos hermosos modelitos. Entre sus clientas estaban la mamá de Carlitos Rojas, la mamá de Eduardo "Pájaro" Ibarra, Doña Olga y su hermana Irma, la madre de Mary Sanabria.
De ella aprendí a coser, bordar y hacer todo tipo de manualidades y a tejer con dos agujas ya que a crochet me había enseñado mi tía Rosalba cuando estaba con ella.
Los altibajos de la economía, hacía que ella tuviera que ayudar con estos ingresos a la canasta familiar. Con su regreso a casa nuestra vida fue retomando la normalidad, ahora solo quedaba traer a mi hermano que aun estaba en el campo para que todo fuera perfecto.
Mi papá siguió trabajando de soldador trazador y en sus últimos años de actividad la soldadura le había dañado la retina así que el médico le dio el ultimátum: tenía que cambiar de profesión o quedaría ciego.
No sabiendo qué hacer y próximo a jubilarse se dedicó a la construcción hasta que se jubiló, ya que no quería la pensión por invalidez que le propusieron. En sus ratos libres hacía su huerta, escuchaba la radio: los programas de Héctor Larrea, Antonio Carrizo y en la televisión le divertía el Negro Olmedo y Jorge Porcel.
De joven había trabajado en las minas de piedra caliza lo que le afectó los pulmones y como además fumaba su sistema respiratorio que se fue deteriorando con los años. Tuvo varios infartos, y por último terminó con un enfisema pulmonar, apenas podía caminar y el mínimo esfuerzo lo dejaba sin aliento.
Era chistoso, de carácter jovial y alegre, muy sabio en su pensamiento no parecía que sólo había podido asistir a la escuela primaria, en el campo, hasta tercer grado. Su sabiduría provenía de las experiencias de su vida.
Era un excelente cocinero, famoso por sus locros del 25 de mayo o 9 de julio ya que lo preparaba en unas ollas grandes tipo regimiento que tenía para ese fin y convidaba a sus vecinos quienes pasaban con una ollita a retirar la porción que él generosamente les daba. El día anterior ya ponía el maíz en remojo, compraba los chorizos colorados, los menudos de chancho y todas las verduras y cosas que le iba a poner dentro. Se levantaba temprano, a la madrugada para hacerlo hervir y cada ingrediente se iba añadiendo a la cocción en determinados momentos para que uno no se cocine más que el otro. Era todo un ritual. Eso sí, era un locro correntino con batatas y mandiocas.
Las especialidades de mi madre eran la pastaflora de dulce de membrillo que le salía deliciosa y en cada cumpleaños yo le pedía que me haga el Struddel de manzana con canela y pasas que le salía espectacular.
En mi casa a pesar de ser una familia correntina no se tomaba mate. A papá se lo habían prohibido por razones médicas, y mi mamá decía que era antihigiénico eso de chupar la misma bombilla unos y otros. Tomábamos te. Todos los días teníamos la ceremonia del té, a las cinco de la tarde nos sentábamos a la mesa donde no faltaban algunas delicias preparadas por mi mamá, o tostadas con manteca y mermelada en el peor de los casos. Costumbre vigente hasta hoy.
Copyright ©2020 Nelida Liliana Vieyra
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